En su libro de 1923, “En pos de maravillas” ese activo y realizador tucumano que fue don Agenor Albornoz dedicó varios párrafos a Villa Nougués. Luego de describir sus bellezas naturales, decía que “los difíciles medios de vialidad, son lo que retarda el normal desarrollo de Villa Nougués, e imposibilita, a la vez, que sea frecuentemente visitada y aun conocida por cuantos lo ansían desde lejos, al verla desde la llanura y desde el tren en marcha, con apariencia, sus casas, de sueltas palomas blancas dispersas a porfía sobre las lomas”.
El camino, construido por la Nación, era lo único que tenía en materia de vialidad regular. Pero recordaba que el ingeniero Luis F. Nougués había soñado con “habilitarle comunicaciones fáciles, baratas y recreativas, como la forma de impulsar su progreso”. No sólo pensó en un funicular, sino en un ferrocarril de montaña, que arrancase de la Quebrada de Lules.
Comentaba Albornoz que “a la realización de esta obra, quiso Nougués que la llevara a cabo el ex gobernador Ernesto Padilla, y entiendo que para que fuera inaugurada en el centenario de la libertad argentina, cosa que al romántico ex gobernante le pareció obra fantástica y por demás lírica”. No pudo realizarse. Mientras tanto, la estatua en bronce de don Luis está en la pequeña plaza del lugar, “sobre un fuerte pedestal de granito, de pie, en posición ligeramente flexionada, con una cinta métrica a medio desenvolver en una mano, e indicando con la otra el asiento de la villa por él fundada”.
Tiene “alta la frente” y la mirada dirigida “hacia los cerros de San Javier, como si contemplara un tren en marcha por encima de las lomas, transportando gozosa carga humana, a la vez que el planear de las aves que pueblan la región, cediendo terreno a la civilización y al progreso” .